Que ya lo son, cambalacheamos, aunque no exista el verbo, mi dios, un terreno en Platanares. Ya el nombre nos dice mucho, está lleno de magia, huele a Caribe y sabe a tentación, nos sugiere la playa en que están sembrados los tallos (así le decimos amigablemente a los plátanos, solo Tallos), nos deja adivinar la leña de las estufas en que los cocinamos, y sus aromas ora salados, ora dulzones, según la madurez de los mismos al verle la cara al fuego, al agua caliente, a la parrilla. Nos trae a la mente el bote en que se divisa este pedacito de isla, este rincón de paraíso, nos llena los poros de la brisa salobre que emana, cual delfines apareándose, de la mar.
Platanares..., Isla Cébaco, Golfo de Montijo, Provincia de Veraguas, Pacifico panameño. Situado frente a la Isla Gobernadora, entre El Jobo y Los Almacigos, cerquita del Parque Natural Coiba y de San Lorenzo.
Platanares...
Se cierra, se cerró con esta "transacción artesanal", un ciclo empezado hace poco más de un año, cuando Manolo viajo con dos de mis hijos, Pablo, de 10 años, y David, con 4 mas, a Cébaco, a la ex casa de un amigo, Pacho, que termino vendiendo la Finca a un fondo de Inversiones de la Universidad de Harvard (así están las cosas).
De regreso quisieron pasar por Playa Venao, donde descubrieron que el Surf también existe, y la dormida en Pedasí trajo, más que trajo nos llevó, a abrir allá un Restaurante, maravillados por la belleza de su gente, de sus caminos y calles, de los pueblos y su folcklore, sus fiestas, sus cantos. Y el restaurante nos llevo a invertir en un proyecto de trabajo y de vida, una Finca colindante con el Rio Oria, donde sembramos orgánicamente los productos que más tarde, con amor y humor, cocinamos y compartimos.
Allí nació el Javi, Javier, no literal, litoralmente. Con sus 5 añitos cumplidos, la ternura de un bebe de meses, la gracia de un niño de su edad y la madurez de un adulto, supo alternar su vida en la Finca, a su mamá Cristina, a Joaco, su compañero, y a Cristy, su hermanita, para educarse en Panamá bajo la tutela de Josefina y Manolo, quienes eran papas hace mucho tiempo, aunque no lo sabían por falta de hijos.
Gun Gun, asi se llama la Finca, nombre onomatopéyico de la variedad mayoritaria de monos que en ella habita, junto a los cariblancos y perezosos, nos pidió caballos para recorrerla, y con ellos, el Moro, Catalina, Chispita, el Tuerto, y con los chicos, que ya no lo son tan, conocimos sus encantos, sus ondulaciones, sus fuentes de agua, sus vistas alucinantes, su cima. Y asi, montando, estilo Marlboro pero sin fumar, arriamos un lote de terneritas compradas en los alrededores, y ellas, felices por tanto pasto, por tanto cariño, por tan buena onda, fueron engordando y engordando, y ahora, que ya lo son...
Dany
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