jueves, 16 de septiembre de 2010

De Manolo Caracol, para el Mundo

Entender nuestros orígenes, buscar en abuelos, bisas y tátaras, saber de dónde venimos y hacia dónde y quiénes nos dirigimos, conocernos. Por ahí empieza nuestra cocina con amor, por elegir las plantas de donde nacerán las flores que luego darán los frutos cuyas semillas plantaremos en bolsitas que serán trasplantadas a la tierra cuando los plantones empiecen a desarrollarse, verlos crecer a la luz del sol y al agua de las lluvias como único y más que suficiente alimento para sus cuerpos y almas, pasear a su sombra y cosechar los frutos que servirán para, mediante determinados métodos de cocción, o no, elaborar platillos que nos sorprendan por su calor, color, textura, originalidad, sencillez. Combinar sabores, olores, formas, innovar en cuanto estilo, probar, jugar, mirar. Compartir conocimientos, redescubrir los sabores puros de la niñez utilizando nuevas técnicas y estilos. Ser honestos con nosotros y con los otros, ser éticos y estéticos, ingenuos, creativos, saludables.
Trabajar con productos cercanos a nuestras memorias y casas, trayendo del otro lado de la gran gota solo aceite de oliva y vinos, que lo demás, como bien lo supieron quienes hicieron la travesía hace cinco siglos, lo tenemos en el patio.
Cocinar es para nosotros un acto de amor, con toques de humor y especias nobles.
Si al probar sienten el mimo, logramos el cometido.

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